Harry Morey Callahan es considerado como uno de los precursores de la fotografía moderna. Nació en Detroit (Míchigan) el 22 de octubre de 1912 y desde 1938 empezó a apasionarle la fotografía y se decidió a empezar una brillante trayectoria fotográfica que, tal vez por sus orígenes autodidactas, tiene y conserva ese toque diferente y especial, sin pretensiones. Él mismo decía que la fotografía es una aventura, como la vida misma, y que "la experiencia es la mejor de las enseñanzas. Y por ello no hay garantías de que uno se convierta en un artista, sólo el camino importa".
Callahan no ansiaba la espectacularidad, fue un fotógrafo tenaz, humilde y crítico (especialmente con su trabajo) que incorporaba y entrelazaba los diferentes elementos del cuadro hábilmente para conseguir unas imágenes de sosegada y equilibrada belleza, de manera que se advierta que el fondo y la persona u objeto retratado parezcan uno solo.
El método de trabajo de Callahan consistía en salir cada mañana, cámara en mano, y pasear por las diferentes ciudades donde residió e ir fotografiando multitud de cosas para retratar, precisamente, esas localidades, que advertían un marcado sentido de la línea, la forma, la luz y la oscuridad; y, muy a menudo, también fotografiaba a su mujer Eleanor y a su hija Bárbara por las calles. A la tarde, se encerraba y sacaba pruebas impresas de los negativos que más le gustaban de la mañana; que no resultaban ser demasiados. El propio fotógrafo estimaba que su trabajo final no superaba la media docena de imágenes al año. Esto demuestra lo crítico que podía llegar a ser con su propio trabajo. Aunque esto no afecta a su perseverancia y gusto por la fotografía en absoluto.
Trabajó con distintas exposiciones u otras técnicas como puedan ser las dobles o triples exposiciones y desenfoques.
Aunque gran parte de su trabajo se centra en su esposa Eleanor, se distinguen varias series en su carrera fotográfica:
Cape Cod (1972-1974)
Chicago (1948-1958)
Eleanor (1947-1960)
Lincoln Park
Providence
Hierba en la nieve (1943-1965)
Como ya he comentado, la parte más importante del trabajo de Callahan es la dedicada a su mujer y, aunque en menor medida, a su hija. En estas imágenes nos deja ver una parte distinta de él mismo, una parte más personal, tierna, sensible; un hombre enamorado. Los desnudos de su mujer dejan de ser, a mis ojos, simples desnudos, y pasan a ser algo mucho más profundo y sencillo, más puro. No hacen falta las palabras para describir el afecto y ternura que este hombre profesa por su familia y que nos traslada a los que lo observamos. Entendemos perfectamente que esa mujer no es una modelo cualquiera; es su esposa. Aunque todo esto no les resta la sensualidad propia de un desnudo bien retratado.
Una de las principales características de Callahan es que cosnigue despertar algo en nosotros, casi nos fuerza a hacernos preguntas al ver sus fotografías; a veces un tanto crípticas, pero que no por ello, para los que las vemos, dejamos de hacernas nuestras, haciendo que evoquemos nuestros propios recuerdos o preyectemos diferentes experiencias y sensaciones que pueden tener o no nada que ver con la imagen en sí. Lo que sí es cierto es que el trabajo de Callahan fue una respuesta del todo personal a lo que vivía y experimentaba cada día y que deseaba poder congelar en el tiempo para que esa esencia que lo hacía único no desapareciese.
Este artista falleció en Atlanta en 1999 y dejó unos 100.000 negativos y más de 10.000 pruebas de impresión tras él que no han quedado ocultos a los ojos de los ciudadanos, afortunadamente.
Callahan decía: "No puedo decir qué es lo que hace a una fotografía. No puedo decirlo. Es misterioso. Abres el obturador y dejas el mundo entrar". Así que os insto a que dejéis entrar el, aparetemente, sencillo y hermoso mundo de este hombre en vuestras vidas y que aprendáis algo, ya no sólo de Callahan, sino de cualquier otro que sea capaz de expresar de esta manera el anhelo que todos tenemos por congelar el tiempo.
Un saludo.
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